miércoles, 12 de noviembre de 2025

LITERATURA, VIDA MÍA.

 


Hoy releo "Lejos del Sauce Curvo". Estoy preparando el lanzamiento de la saga, con las tres novelas reunidas en un solo tomo, tanto en digital como para la edición impresa. Acabo de regresar de un viaje corto por Navarra y Zaragoza, donde se ambienta mi nueva novela que está ahora en manos de varias editoriales para su posible publicación, con el fin de afinar algunos detalles. Me encuentro en Lejos el Sauce Curvo un relato de mis primeras literaturas, aquellas que crecían en mi mente, pero que yo, absolutamente volcado en mi trabajo y en mi familia, postergaba guardándolas en no se sabe qué sitios, hasta que se perdían.

Pero, la literatura nunca dejó de perseguirme, hasta que me conquistó y ahora formamos una pareja enamorada, con una pasión mutua que no ceja. Ya hemos tenido muchos hijos, pero, todavía me conmuevo con aquella literatura clandestina que pujaba por ver la luz. Ahí va:


EL JOVEN ESCRITOR  


Hoy el joven escritor juega con su hijo en los sofás y en la alfombra del salón. Está contento hoy el joven escritor. Ha sacado unos minutos y ha garabateado un poema y unas ideas para esa primera novela con la que sueña. Las cuartillas duermen en una esquina de la mesita baja, las tiene que ordenar con otras que tiene por otros sitios, por otros cajones de la casa. Un día que tenga tiempo. Ese día que espera que algún año llegue.

Pero ahora se lo está pasando en grande con su hijo. Un hijo es el mejor poema. Un niño de dos años es un loco de atar. A él le gusta estar con él, sumergirse en ese mundo sin reglas racionales, en ese mundo de descubrimientos y locuras.

Le llaman por teléfono. De su empresa. Él pide responsabilidades y luego no debe quejarse de que se las den, aunque hoy sea sábado por la tarde, casi por la noche ya. Su mente se dirige a la realidad perentoria de los problemas que le plantean. Cree que consigue solucionar lo que su interlocutor le inquiere. Cuelga y vuelve con su hijo.

Este, probablemente aburrido, ha reparado mientras tanto en ese par de hojas que él había garabateado y las había depositado en la mesita baja del salón. Las ha cogido, las ha estrujado, las ha doblado y desdoblado de mil maneras, como si tratara de encontrar en ellas el motivo del porqué su padre pasa de él. E incluso se las ha llevado a la boca para probar a lo que sabe el papel, no deben haberle gustado y las ha roto furibundo.

El joven escritor observa el desastre. Tampoco será hoy ese día en el que él ponga algún ladrillo en esa obra con la que sueña. Ahora llega la hora de las cenas, de los baños, de prepararse para ir a dormir. Como tantas otras veces.

Por fin se queda solo cuando en la casa se esparce el silencio. Su mujer se acerca. Le pone una mano en el hombro:

–Te espero –le dice suavemente.

–Sí, reina. Un momento –le responde, mirando las cuartillas arrugadas y medio rotas.

No quiere que se pierda en el limbo del olvido ese pequeño poema que le ha brotado como un regato de la pureza de la nieve blanca. Ni esas ideas primigenias para alumbrar un día esa novela con la que sueña.

Trabaja, copiando en otro, con limpieza y aplicación, el manuscrito que el niño destrozó. Luego lo mira, tiene que guardarlo bien y reunir también todos esos fragmentos que deben estar en varios cajones de los muebles de la cocina y del salón. Otro día lo hará. En estos momentos detecta que la inspiración se sienta a su lado y le impele a continuar vertiéndose en el papel.

Escribe como deben deslizarse sobre el agua los surfistas, si él supiera surfear, claro, pero se lo imagina. Cuando te coge en volandas la inspiración todo es un patinar sobre el hielo blanco. Recorrer el blanco de la página, quiere uno decir, sin aburrirte ni cansarte jamás.

Ha escrito otras dos cuartillas. Las relee satisfecho. Estas las guardará en su mesilla para que no se pierdan.

Con ellas en la mano se dirige a su dormitorio. Su mujer le había mirado de una forma especial antes de irse a dormir.

–Te espero –le había dicho.

La única que espera encendida ahora es la lámpara de su mesilla, su mujer duerme dulcemente.

Apaga la luz y se dirige, con la difusa y plomiza claridad que apenas entra por el visillo de la ventana, al otro lado de la cama. Abre el cajón de su mesilla y coloca en él sus cuatro cuartillas con el mismo mimo y delicadeza que cuando deposita a su hijo dormido en su cuna.

Luego, sin hacer ruido, abre la cama y se desliza en ella. Se siente bien, respira hondo y sueña un momento poniéndose ambos brazos bajo su cabeza. Mañana encontrará otro rato para poner el siguiente ladrillo en su obra.

Mira a su mujer. Tiene una bella esposa. Y muy joven todavía. Los dos son muy jóvenes. Su cuerpo le atrae en la oscuridad.

Se acerca y la abraza suavemente. Ella apenas murmura:

–Estoy dormida.

Él la besa el pelo, la atrae contra sí. Un momento nada más.

Luego se retira. No le parece justo despertarla. Se consuela pensando que ha escrito un bello poema y unas frases hondas y originales, muy literarias, en sus cuatro cuartillas.

Le hubiera gustado hacer el amor esta noche, más incluso que otras noches. Pero tendrá que ser mañana, si el niño y todos los astros del firmamento se ponen en línea, como se habían puesto hoy…

A veces la literatura le atrapa y le roba otras cosas. Como una pequeña venganza por todas las traiciones que él le asesta día a día.

Mientras trata de dormirse, se jura que mañana sin falta ordenará de una vez todos sus papeles.


Y como homenaje a aquellos tiempos tan precarios, y también tan queridos, una primicia: tengo dos candidatas para la portada principal de Trilogía del Sauce Curvo. Ahí va una de ellas:







sábado, 8 de noviembre de 2025

CASUALIDADES



Hace un par de semanas tú estuviste de boda. La cuarta de este año. Te gustan las bodas. Tienen la alegría, el empuje y las buenas vibraciones de los comienzos. Apenas bebes pero, en las bodas, el whisky y tu os hacéis muy amigos y te pones muy simpático y hablador, todo el mundo te lo dice. Así que entablaste amistad con una señora que resultó ser búlgara, qué casualidad, le dijiste, hemos estado en tu país hace unos meses. Empezasteis a hablar de todo un poco, de su país, del vuestro, de los hijos.

Ah, los hijos. Ella tenía dos hijas, una en San Francisco y la otra ya no recuerdas dónde, pero igual de lejos. Yo tengo una en Madrid, le dijiste, pero el pequeño está en Londres, especializándose en Private Equity, ya sabes, la compraventa de empresas.

–¿Compraventa de empresas? - te interrumpió ella pidiendo una confirmación, por si había oído mal.

–Sí, sí... Quiere trabajar en fondos que compran empresas, bueno, de hecho ya ha estado colaborando con varios. ¿Por qué?

–Pues porque nosotros queremos vender la nuestra, nuestras hijas no están interesadas en continuar nuestra labor y queremos recuperar nuestra inversión y nuestros esfuerzos acumulados. Fíjate, empezamos mi marido y yo hace 20 años y ahora ya somos más de cuarenta en plantilla. Más otros tantos en Bulgaria.

–Oye, pues en lo que te podamos ayudar... Yo mismo tengo algunas experiencias por mi anterior vida de banquero.

Ella se quedó más tranquila viéndote a ti dentro. Es lo que tiene la imagen de escritor banquero: hombre disciplinado, creativo y sensato.

Así que, tras estas casualidades, aquí te hallas, preparando con tu hijo una estrategia de venta. Ah, el destino, el destino... Ahora recuerdas que escribiste hace un tiempo un artículo sobre el destino, bueno, tú lo llamabas casualidades.



¿CASUALIDADES? ESA CORRIENTE SUBTERRÁNEA...

Tú piensas que una de las innumerables ventajas de estar jubilado, es que paseas de otra forma, más relajada, (antes ni lo hacías, siempre metido en el coche, deseando llegar lo antes posible a los sitios). Sí, paseas y esparces tu mirada, de forma tan distinta, que hasta crees descubrir cosas nuevas en sitios ya muy frecuentados por ti.

Esta tarde te has fijado en el nombre de una guardería de tu barrio: "Escuela infantil Ciudad Jardín", se llama. Tiene este nombre porque hay una zona del distrito de Chamartín denominada así. Es cierto que esta denominación no se usa en demasía, mucho menos que Hispanoamérica o Concha Espina, claro. Pero a ti te llamó la atención reparar, tras veinte años viviendo en él, que este era el nombre de tu barrio. Quizás, la razón es que las calles tienen vegetación en medio de las aceras y es un barrio muy tranquilo y ajardinado, efectivamente, sobre todo en la parte de la colonia de chaléts.

Este nombre te trajo a tu mente inmediatamente el de la casa en que tú viviste por los veranos en Marbella durante 15 años, cuya urbanización se llamaba Aloha Gardens y tenía unos jardines espectaculares que incluían hasta una imponente cascada. Allí pasaste un tiempo de rosas, nunca mejor dicho, criando a tu hijos. Algunos de aquellos momentos los capturaste en este videoclip que cuelgas en este diario literario y personal por unos días: https://www.youtube.com/watch?v=_l4gWXXlUqs

Recuerdas también que cuando te casaste empezaste a vivir en Prosperidad, en una urbanización que tenía una encantadora pradera a la entrada, llena de árboles con unos macizos de flores entre ellos. Cuando decidisteis buscar una casa más grande, os costaba abandonarla, perder aquella pradera tan bonita. El vendedor de la nueva casa, que estaba en obras, os decía: desde este ático veréis los jardines, van a ser preciosos. No os mentía, recibió el premio nacional de la APCE (Asociación de Promotores y Constructores de España) cuando se inauguró, por su diseño arquitectónico y, ¡ojo!, por sus jardines. Hay unos pinos y olivos centenarios, los unos ya existían y los otros los trasplantaron aquí. Y, por supuesto, un montón de flores por doquier.

Te das cuenta que, sin comerlo ni beberlo, sin premeditación alguna, podrías ser "el hombre de los jardines", has vivido siempre rodeado de ellos. Tú, que sabes muy poco de plantas y que cuidas, lo indispensable y no más, a las que tienes en tus terrazas.

Te recuerdas, de pronto, que, una vez, le preguntaste a tu abuela Guillermina que solía cuidarte en El Sauce Curvo: "¿Abuela, cómo era yo de pequeño?" Ella te miró y luego levantó la cabeza y posó su mirada por los huertos: "Te encantaban las flores, Germán. Te quedabas encandilado, mirándolas".

Un día de aquellos, de cuando tú eras muy pequeño, ibas tú con tu padre por los campos de El Sauce Curvo, te llevaba montado delante de él, en la mula "Castaña". Era una paraje yermo, lleno de enebros, rocas y aliagas, salvo un conjunto de fincas cultivadas de trigo que estaba crecido en unos cuatro palmos. Te dijo:

"Germán, ¿ves algo especial en esos trigos?" Tú te fijaste en el cereal y, muy contento por haberlo adivinado, le contestaste: "Hay una franja en ellos que está mucho más verde que el resto. Bueno y también continúa por allí". Dijiste, señalando el paraje yermo, por donde reverdecía también un pasillo de unos cinco metros de ancho.

Tu padre te dijo: "Mañana, que pasamos por allí, te diré cuál es la razón".

Desconoces el porqué, de repente, te ha dado por pensar en estas cosas tan antiguas. Y, sin poderlo evitar, tu mente te traslada a cuando tú tenías 17 ó 18 años y te disponías a dejar a una de las primeras chicas con la que saliste, que estaba loca por ti. Le diste vagas excusas de que eras muy joven, que no te querías atar con nadie, y esas cosas que se dicen cuando quieres dejarlo. Ella te contestó: "Me echarás de menos, Germán. Eres un chico delicado, como esas flores que te gustan tanto.Te encontrarás con chicas que no sabrán apreciarlo. Aunque tardarás en darte cuenta. Yo ya no estaré".

Os despedisteis brevemente y tú no quisiste volver la cabeza atrás. Te fascinaban entonces aquellas otras chicas distantes, complicadas, inaccesibles, frías como el pedernal... Tardaste en descubrir que, detrás, no había nada, ninguna magia, solo un desamor enorme hacia ti. La echaste de menos, sí. Como una flor que se apaga de sed y recuerda el húmedo jardín en el que antaño se criaba.

Las flores. Los jardines, donde habitan. Siempre han estado en tu mente. Tú tienes, tu pensamiento te conduce ahora hasta él, un cuadro hermosísimo en tu casa. Un óleo, con una rosa roja en un primer plano, bellísimo. El único cuadro que hay en tu dormitorio, sobre tu cama, en la que tú duermes con Clara desde hace tantos años que ya ni recuerdas cuántos son. Porque para ti suponen la vida entera.

Tu padre te llevó al día siguiente a ver la entrada de la sima de las Majadillas. Un pozo seco, entre rocas, de unos ocho o diez metros de profundidad. Te dijo:

"Germán, ¿ves esta sima? Allá abajo corre un río subterráneo. Llega hasta La Barbarija, donde sale a la luz en forma de manantial. Esa franja más verde en los trigos, que vimos ayer, es la humedad de ese río, que corre justo por debajo. Porque todo tiene su origen, su causa. Solo hay que fijarse y encontrarla".

Sí, cuando te llenas de años, lo comprendes todo mejor. A veces paseas por la calle, pero no vas por las aceras, sino por la cumbre de una montaña alta y mágica, desde donde se divisan todas la verdades.

Ahora ya sabes por qué comprarás, cuando entre bien la primavera, como todos los años, unas petunias de variados colores y las pondrás en las jardineras que pueblan tu terraza. Un año más.

Y te acordarás de tu abuela, de cuando te decía que te chiflaban las flores. Y de tantas otras cosas, importantes, como las que has recordado hoy. Ellas han ido jalonando tu existencia, sin que tú apenas te dieras cuenta del porqué sucedían, de esa manera especial que tenían que suceder.



       ¡Si no fuera porque es para trabajar con mi hijo iba yo a volver al mundo financiero!, aunque sé que para cerrar una operación de este tipo más que casualidades se ha de dar un verdadero milagro, pero ahí vamos, ¡llenos de ilusión!

lunes, 3 de noviembre de 2025

INSTANTES

 

     Buenos momentos este fin de semana con la visita de nuestro hijo londinense. Vino a renovar el pasaporte y a preparar visado para estancia en USA el próximo cuatrimestre en la Universidad de Wharton,  el último tranco ya de su MBA. Y a visitar a su familia, claro. 

     Su familia tratamos de aprovechar todos estos breves instantes que el destino nos ofrece para estar con él, en el escaso espacio que le dejan libre sus obligaciones en España. Momentos de oro retomando nuestros paseos de siempre para ponernos al día, o cenando todos juntos en nuestro restaurante fetiche para estas ocasiones. Nos ha dejado ese aroma de alegría y empuje que desprende por donde va. Y de sana ambición. ¡Hasta la próxima! ¡Que no tarde!

   Momentos dorados también viendo la sorprendente y magnífica película: Los domingos.  Abordando un tema a total contracorriente de este mundo tan acelerado, tan materialista y tan dominado por la imagen, en el que nos ha tocado vivir. Una adolescente quiere ser monja. ¡Y encima de clausura! ¿Existe este tipo de fé? ¿Este tipo de vocación? Yo solo puedo decir que he conocido a varias personas así, con una fe en Dios que pesa toneladas y que produce una alegría indescriptible en el que la posee, una alegría que se desborda hacia los demás y que produce en ellos una sana motivación. O una terrible frustración y envidia maligna, como en esta peli. Sí, yo de lo que estoy seguro es de que es mejor creer en algo, por ejemplo la trascendencia del hombre,  que no creer en nada, a lo que parece que nos aboca este mundo donde solo manda el presente.

    Instantes, instantes, instantes que componen el tiempo, nuestro tiempo, tú escribiste de ellos... Sí, hoy te acuerdas de aquello que escribiste hace varios años ya, al recibir la visita de tu hijo...


   INSTANTES


     Nunca olvidarás el momento mágico de cuando descubriste el secreto del tiempo.
     Un hombre dura, ¿cuánto? ¿Treinta, treinta y cinco mil días? Parecen muchos. Pero,  comparados con qué.
     Hay diez mil olas que baten la arena,  cualquier jornada tranquila de vacaciones, en  la playa donde vamos. Y millones de estrellas en el firmamento.
     Por eso, porque no son muchos,  siempre y, últimamente más,  ha habido  este ansia de exprimir el tiempo.
     De sacarle su jugo.  De exprimirlo como a una naranja. Hasta que no quede ni una gota. Eso es vivir. Eso es vivir bien,  parecen decir.

     Pero tú recuerdas aquel día. Aquel día mágico. Donde descubriste la unidad del tiempo: el instante es como una foto, el fotograma, en una película.
    Y a eso dedicas tu atención, tu empeño. Un buen encuadre, una buena luz. Sin que te tiemble el pulso. Sin que te agobien las prisas.

    Nadie sabe hasta cuándo durará su película. Y no se trata de meter en ella, por eso, mucho de todo: muchas aventuras, muchas amantes, muchos países, muchos amigos….muchas secuencias. Al final eso solo es posible como en las películas  antiguas del cine mudo, y en las actuales  y malas, yendo a trompicones y gastando poco metraje. Para que dure más.

     Tú descubriste, por el contrario, que lo que  te gusta es la cámara lenta que, a pesar de su engañoso nombre,  supone aumentar la “velocidad “, quiere decirse, la “intensidad” del momento.  Aumentar, en definitiva,  el número de fotogramas por momento,   y no la cantidad de estos últimos.

     Y sientes el pálpito de la vida, así,  mucho más.  Porque ver nacer a un niño o morir a un hombre, lleva su tiempo.  Como observar a una mujer bella. Lo descubriste aquel día.

     Hoy el mundo, la gente, está en otra cosa. Llenan su mochila, su disco duro,  de muchos flashes, de muchos impactos, de muchas noticias. Que, al final, no conforman nada: solo un vertiginoso y aburrido remolino. 

        Te diste cuenta cuando tuviste un hijo.

      Todo un año para aprender a andar. Toda una vida para aprender a caminar.

https://www.franciscorodrigueztejedor.com/

    


En Las Vegas con mi padrino el pasado año.



Cena de bienvenida al londinense. 

Buenos momentos!!!

jueves, 30 de octubre de 2025

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

 








La vida está llena de segundas oportunidades. Si fracasáramos por no lograr la primera, andábamos listos. Yo tengo varias novelas sobre las segundas opciones que aparecen tras no alcanzar la primera. El claxon, El astrónomo, de forma muy clara y, en varias otras más, aparece un trasfondo de este ciclo vital.

Todo esto para decir que mi nueva novela anda por los vericuetos, por las griferías, que circulan entre mi agente y las editoriales. Vete tú a saber, con lo lentas que son, cuándo me dirán algo. Así que, fíjate tú por cuánto, ha aparecido en mi horizonte, en el entretanto, un proyecto que me ilusiona sobremanera: se llamará “Destellos” y solo puedo decir que aunará texto e imagen. Se me ocurrió el otro día mientras me duchaba y en estos días me pondré a ello. Espero tenerlo listo antes de que pase el año.

¡Ah, las segundas oportunidades! Qué sería del mundo, de nosotros, sin ellas. Hace algún tiempo escribí este relato…

LAS VÍAS DEL TREN

La niña le dijo, sin hablar, adiós. Con aquellos ojos negros, profundos y misteriosos, que temblaban de pena.
Luego ella se dio la vuelta ante lo irremediable. Y le ofreció al chaval un último recuerdo con su melena, que era como una densa cortina con la que ocultar las lágrimas.
Acortarían la distancia con las cartas que se escribirían todas las semanas. Y, además, podrían sentirse, el uno al otro, inclusive a cientos de kilómetros, poniendo el oído en la vía del tren que unía sus dos lejanas ciudades.
Sin embargo, él solo recibió las dos primeras, aunque cada semana seguía enviando, puntualmente, la suya.
Así pasaron los meses, mientras una honda pena iba llenando el pozo de su amargura hasta el brocal.
Como cada día, aquella mañana se acercó a la vía. Puso su oído sobre el raíl. Había llorado tanto y se sentía tan deprimido que se quedó dormido allí mismo.
Vino el tren. Él no sabría explicar cómo lo vio sin despertarse. Y le segó la cabeza.
Sólo sintió cómo el agua de aquel pozo se teñía de rojo e inundaba los raíles como un inmenso lago.

Su mamá lo despertó para ir a la escuela. Y, sorprendido, se encontró descansado y alegre.
Cuando llegó a la vía, ya no en el sueño sino en la realidad, puso de nuevo su oído en ella. Aquel día sintió como un pálpito extraño.
Pero el cartero, como siempre, no tenía ninguna carta para él.
Abatido, entró en la escuela. Y, de repente, se topó con unos ojos azules, de cielos limpios y claros, que también lo miraron.
La hija de los nuevo ferroviarios acababa de llegar. Por muchas razones, nunca la olvidaría.

jueves, 23 de octubre de 2025

EL ARTE

 



Cuando la rutina te atrapa, cuando la realidad a ras de suelo te envuelve en su telaraña de obligaciones e inercias, tú sientes la necesidad de escapar, de fugarte y buscar el mar, quiere decirse la belleza y el misterio del mar.

Y buscar la belleza no es otra cosa que buscar el arte. Ah, el arte, el arte… El arte es la única forma de trascender nuestra vida caduca y buscar la eternidad, ese sitio del que un día vinimos y al que retornaremos, así lo crees. Porque un día fuimos dioses, solo somos esquejes del árbol de la divinidad. Tú escribiste todo un libro acerca de esto: “El día que fuimos dioses”. Tu primera novela. Dicen que un escritor siempre escribe el mismo libro, todos los siguientes van girando como los planetas a su sol que los vio nacer.

En este libro, tu alter ego, el personaje de Peter Fleming, próximo a morir, aconsejaba al joven Chow:

—El arte es lo más excelso que sabe hacer el hombre, es el enchufe que le comunica a la corriente de la trascendencia. Como te decía, querido Chow, el hombre debió ser dios un día, y el arte es la reminiscencia que nos queda de aquella época en lo más profundo de nosotros. El arte es la búsqueda de la belleza y la belleza es la única cosa que de verdad conmueve a nuestra alma atormentada.
—Siente esta música serena y melodiosa, Chow. Déjate llevar por ella y aprenderás, de golpe, todo lo bueno, todo lo bello de lo que es capaz el hombre. De ese tipo de semilla también hay siembra en tu corazón. Déjala que crezca y se desarrolle, hazle un sitio entre la rutina y tus instintos... —el cirio escucha estas palabras como embelesado y hasta un poco estupefacto y chisporrotea con más gracia, con una cadencia más alegre y repentina...— y cuando tu corazón, Chow, esté repleto, poblado de granadas espigas doradas, entonces aprende a expresar todo eso que guardas, para que salga fuera de ti. Y, aquello que nació de tu esencia verdadera, conmueva a otros, ilumine a los caminantes perdidos en la bruma, germine en otros campos, remueva las aguas del hastío, de la frustración y de la desesperanza, y enseñe al mundo entero que cada hombre es algo único en el universo, que esa llamita que todos llevamos dentro es el rescoldo de nuestra esencia divina que trascenderá a nuestra corta vida y que nadie debe ignorar ni olvidar.

Cuando vas a tu cabaña de Alicante, siempre ocurren cosas. Tienes una casa escueta y nada que hacer. Así que solo queda lo importante, abrir tus sentidos, esas ventanas que unen el exterior con tu yo íntimo, y dejar pasar al arte. El arte siempre te inunda cuando te quitas la coraza que llevas puesta para manejarte en la vida y solo quedas tú.
Entonces, el mar te habla al oído, o son esos atardeceres que aparecen como una puñalada de arte en las faldas del faro de El albir. El albero es el cielo / sangre de toro / en la arena / inmensa/ de un atardecer rojo. La belleza te inunda y te conmueve. Sientes una compasión infinita por el ser humano, por ti, que eres capaz de captar tanta belleza a tu alrededor cuando dejas que esta se acerque, y eres consciente también de que tu misión en esta vida es aprender a despedirte un día de ella. Un día que cada vez está más cerca.
Tú has escrito también de las casualidades. Crees en ellas. Esa misma noche zapeando en la tele, das con la inmensa película de Blade Runner. Cine del bueno, arte de verdad. Cada plano es un poema que te conmueve, que te zahiere por dentro. Como su música. La escuchas mientras escribes estas líneas.
Los hombres, en un futuro cercano, han creado unos seres iguales a ellos, tan hermosos y sabios como ellos, o más, si cabe. No son solo animales, robóts, son carne de su cuerpo, sangre de su sangre. Pero solo duran un máximo de cuatro años. Esa fugacidad los destroza por dentro, se rebelan contra ella, buscan a su creador para que les dé más tiempo… ¡Qué maravillosa metáfora sobre la propia vida humana! Qué pena que esta no sea una película y al final no nos podamos fugar con una “replicante” hermosísima y sensual, aunque fugaz, como hace el protagonista.
Sí, nuestra vida no es una película… Así que tú te fugas con la belleza, cuando te sorprende, cuando la encuentras en cualquier esquina, o en los atardeceres rojos de las faldas del faro de El Albir o en cada uno de los fotogramas poéticos de Blade Runner y su mensaje.
Y, cuando estáis juntos, ella y tú, el mundo entonces te parece hermoso y los hombres, buenos. Vas a buscarla para vivir con ella en ese universo del que un día debimos venir. Sí, el día que fuimos dioses debió ser maravilloso.
Luego, cuando regresas del mar, te encuentras con Ucrania, con Gaza, con tus propios errores, egoísmos y flaquezas… Con tanta fealdad y maldad… Con tu tiempo que se acaba, como el de un “replicante” más.
¡Cuánto dolor, cuánta pena! Como la que sentirá también el protagonista de Blade Runner, cuando se muera su amada y solo le quede el mundo desnudo de amor de nuevo.
Tú has descubierto cómo no hundirte del todo, te guardas este as en la manga, esta íntima baza que has encontrado para sobrevivir en el lodazal, para limpiarte del fango de vez en cuando. Sí, cuando ya no puedes más, cuando lo horrible de este mundo y de nosotros mismos te ahoga y te avergüenza, tú te fugas con la belleza, con el arte que te lleva hacia ella, que te espera una vez más, como una paciente novia, al borde del mar.
Y vivís allí juntos, por unos días solo, esa felicidad, ese breve espacio de tiempo que debe haber entre este mundo y la eternidad.

TEMA DE AMOR DE “BLADE RUNNER”: https://www.youtube.com/watch?v=h9ezypI-yc4




viernes, 17 de octubre de 2025

ME VOY

 

Me voy a mi cabaña de Alicante. Hace más de un mes que no veo el mar. Me dicen, los amigos y la gente que me rodea, que tampoco hace tanto, que me estoy volviendo hiperactivo, siempre de un sitio para otro.

Pero, yo lo necesito. Cómo explicarlo. He encontrado en mi obra, ese baúl de los recuerdos, algo que lo cuenta muy bien.

Que tengáis un buen finde. Os dejo con este: Sweet day: https://www.youtube.com/watch?v=bsWBNxfTGKk, con el que yo preparo la maleta. Pasadlo bien!!


LA COSIFICACIÓN

Tú hay días que la sientes. A la cosificación. Es como cuentan de los alpinistas cuando, perdidos en la nieve y acosados por el frío, notan que sus miembros se van congelando, se van gangrenando, hasta que ya no los sienten en absoluto, si estos permanecen mucho tiempo así, quedan inservibles, los tienen que amputar. 

 A veces, ni se dan cuenta del proceso, con su cabeza en otra cosa, en encontrar una salida. O, quizás, llega un momento en que su mente también se cosifica, cuando se sienten irremisiblemente perdidos y se abandonan a que alguien los encuentre, tiran la toalla y se resignan a lo que pasará.

 Sí, a veces, sin apenas darte cuenta, aunque no seas alpinista ya estás medio cosificado. Son esos días en que todo te da igual, arrastrado por una inercia, por un aburrimiento repetitivo, por un déjà vu que te lleva a una inoperancia, a una resignación que te aconseja no luchar, dejarte llevar por ese vaivén somnoliento y triste que linda con la depresión.

 Vivir es mantener vivos, valga la redundancia, los recuerdos, llenarte de planes de futuro y, en el medio, en el presente, percibir todas tus capacidades funcionando a pleno rendimiento, sentir el pulso y el impulso vital que engloba a pasado, presente y futuro en una única dirección vital a la que te lleva tu ilusión y tu empuje.

 Ah, la ilusión y su hijo el empuje… 

 El tiempo es como el frío del alpinista. Te cala hasta los huesos y te va cosificando por dentro. Te va enladrillando, uniformizando y llenándote de rigidez, hasta convertirte en un ser aburrido y triste, con ganas de irte a dormir tan pronto como las gallinas.

 Y qué decir de tus facultades para afrontar el presente. Cada año oyes un poco peor, tienes más problemas con la vista y qué contar de otras cosas que no se nombran. 

 Los recuerdos se van convirtiendo en unas experiencias ajenas, manidas e inútiles. Mejor dejarlos dormir en paz, no sea el caso que se despierten y traigan a tu mente tus errores y tus pisotones atropellando a todo y a todos. Sí, es mejor acallar los remordimientos y bajar la cortina del pasado. Eso ya no tiene remedio y yo no soy el que era, te dices, así que aquí paz y después gloria.

 Respecto del futuro, pues depende. Tenías un amigo, un compañero de trabajo que lo explicaba muy bien. Te decía: “Me quedan dos años para jubilarme y me llevan a esas reuniones para planificar nuestra empresa a largo plazo, y qué quieren qué diga, a mí me apetece callarme y que me dejen ya en paz”. Eso de que te dejen en paz es el principio de la cosificación.

 Se cosifican los recuerdos. Algo tan bonito como el primer amor, el cual supone la primera gran inversión de energía de tu vida, aunque siempre sea fallido porque si no sería el último, claro, se reduce a algo trivial o frustrante. Los amores intermedios, ni los recuerdas. Y el último, va perdiendo su encanto, la gracia que un día tuvo y se va llenando de grisura, de arrugas y de previsibilidad. Como tú, si te miraras al espejo.

 La cosificación que tú sientes la vas extendiendo por tu alrededor. Hasta que todo tu paisaje resulta un paraje pedregoso y desértico. Sí, lo mejor es irse a la cama a las ocho. O tomarse ocho copas, por Dios tantas no, que el hígado también lo tienes ya cosificado.

 Sí, en esos días nefastos en que el frío, digo el tiempo, te va congelando el alma, piensas en qué será de ti, en qué quedará de ti, si es que al final queda algo. Sientes la vida como algo que empieza líquido y maleable, luminoso como el agua, y termina en una piedra marmórea, rígida, gris e inútil. Una pesada lápida, es lo que al final encerrará todo lo que fuiste y sentiste, ese pequeño cofre lleno de huesos que se disolverán en la nada.

 ¿Por qué luchar entonces, por qué pelear, cuando se acerca ese final tan evidente? A gente mucho más importante que tú, te dices, grandes escritores, políticos, artistas, que vivieron su momento luminoso, su instante de eternidad, salvo en cuatro casos, a los pocos días ya ni se les recuerda. ¿Y qué más da si a esas cuatro excepciones no se les olvida? Sus recuerdos serán, con toda probabilidad, imágenes interesadas o falsas, cuando no se les utilizará como armas arrojadizas en las luchas intervivos, que arramblan con los vestigios del pasado para consumo propio.

 Ah, la cosificación…Ah, el tiempo…, que va transformando nuestra geografía en otra nueva que viene, la de los jóvenes, que serán a su vez devorados por otra, en ese centrifugado eterno de la lavadora del mundo. Digo del tiempo, que viene a ser lo mismo.

 Tú, cuando viene la cosificación, cuando la sientes cómo te sube por las espinillas, vas corriendo a tu despacho y te pones a escribir. Has descubierto que literaturizar todo lo que ves y todo lo que te ocurre es la única forma que has encontrado para rebelarte contra ella. Porque, aunque a ti te vaya mermando, y enladrillando, nunca podrá encerrar ese espíritu libre y auténtico que se escapa por tu pluma. O eso quieres pensar, al menos.

 Hoy, después de escribir estas líneas, sientes que te apetece llevar a tu mujer al cine, a ver Babylon. Con Brad Pitt y, sobre todo, con Margot Robbie, que dicen que tiene las piernas más largas del mundo, a ver si las enseña enteras, por Dios borra eso que ya no estás para esos trotes. Sí, otra tarde de sábado que recobra su verdor, ¿su empuje?

 Hoy las gallinas, que les den a las gallinas, se irán a dormir solas. 




 Para MIL PALABRAS PARA ENVEJECER BIEN.  


jueves, 9 de octubre de 2025

DÍA EN EL ROSARIO

Nos lo propusieron mis cuñados y fue un día espléndido. Yo había estado muchas veces en las fiestas de agosto del pueblo de mi mujer, pero nunca en la Virgen del Rosario, su fiesta más doméstica y entrañable.

Yo le tengo gran cariño a El Villar de Sobrepeña, un pueblecito colgado del Ayuntamiento de Sepúlveda. Me enamoraron sus agrestes paisajes que rodean a las Hoces del Duratón, ese cañón que nada tiene que envidiar al del Colorado, que visitamos el pasado año, solo que este último es más americano, quiere decirse mucho más grande. Y, por supuesto, su famoso asado de cordero, que es el mejor del mundo, como lo es el de cabrito de Guadalajara.

Tanto es así que le dediqué el escenario principal de mi primera novela "El día que fuimos dioses", eso que esta era de ambiente internacional y localizada en exóticos y lejanos países. O, mejor dicho, se la dediqué a mi mujer que, aunque ella siempre dice que apenas hizo que nacer en estos parajes, yo, que la conozco bien, tiene incluso más de segoviana que yo de escritor, que ya es decir.

Tras un viaje de conversaciones chisposas, disfrutamos de una misa recoleta y entrañable en la Iglesia de la Virgen del Rosario, tan doméstica como una íntima ermita.

Ya al finalizar, cuando los fieles miran a la Virgen y cada uno piensa en su interior qué ha de agradecerle o pedirle, yo, de repente, lo tuve muy claro. Lo que más me cautivó cuando conocí a mi chica, hace ya más de 38 años, fue su permanente y cálida sonrisa. Tengo que agradecerle a su Virgen que nunca me haya abandonado, siempre luminosa a mi lado, y solo quisiera pedirle que ella siga conservándola y que yo sepa alimentarla por todos los días que nos queden. 

Quise capturar para siempre su sonrisa en este día del Rosario, pero soy un desastre, un despistado de tomo y lomo y tuve que pedirle a ella su teléfono móvil para grabarla, yo me lo había dejado en Madrid. No le dije para qué, solo que quería un breve recuerdo de este día. 

Según la grababa en unos cuantos planos, antes de que la gente abandonara la iglesia, me di cuenta que era la misma sonrisa que me había enamorado aquel primer día que la conocí. Porque su sonrisa es ella. Y, afortunadamente para mí, sigue siendo ella. 

He buscado entre algunas cintas que tenemos ya digitalizadas de hace 35 años, o más, el resto están a la espera de que alguien se ocupe de ellas, y he compuesto este videoclip que a mí me llena de cariño y de alegría.

Muchas gracias, Virgen del Rosario. Era la primera vez que venía, pero me ha sentado bien. ¡Prometo regresar! Nunca olvidaré esa procesión única, con casi todo el pueblo formando en dos hileras delante de su imagen y bailando en su honor, mientras se recorren el pueblo empleando casi dos horas en ello. Yo, salvo los minutos que estuve grabando, me empleé a fondo, como un segoviano más.

Y, muchas gracias, mi musa y mi todo, por recordarme que el tiempo no pasa, sino que lo llevamos siempre con nosotros. ¡Porque así sea! ¡Siempre juntos!

Ahí va el videoclip: https://youtu.be/NeFRk5QYSY4